Leopoldo María Panero Blanc

El loco yerra, pero no miente. Además, tiene la perniciosa manía de decir la verdad, y le darán la razón pero no todos. La locura, en realidad, no existe.

Autor del retrato no identificado en publicación. Si alguien lo sabe nos lo haga llegar, gracias!

HABLANDO DE VALENTE
Podría fácilmente decirse que la poesía en castellano no existe: no sólo la de la llamada generación del 70, es decir la mía, sino la del 36 y la del veintisiete; como dijera Azúa, "una gota de Cernuda y otra de Lorca"; y, añadiremos nosotros, menos de una gota de Azúa. Por cierto, hablando de Azúa -quien se cree desde hace mucho Jesucristo, quién sabe si por su belleza-, me repugna más la Biblia que Valente, y ello no por motivos teológicos -pues yo creo en Dios- sino porque me recuerda a España y a su impura ceniza, que escupe en nombre de Dios, y que insulta nadie sabe por qué.
Citando a Nostradamus: "Roman pontífice garde de t´approcher / a la cité que deux fleuves arrose: ton sangre viendras toi et le tiens cracher / aupres de lá quand fleurirá la rose".
Ahora bien, la única poesía hispánica que valoro es el barroco: Soto de Rojas, Góngora, Don Juan de Tarsis conde de Villamediana, los hermanos Bartolomé y Lupercio Argensola, Bocángel y el Orfeo de Juan de Jáuregui: no acudió la serpiente al llamado de Orfeo, no acudió Carlomagno al son del olifante, como decía yo en uno de mis poemas dedicado a Aleixandre, uno de los pocos grandes hombres que ha habido en la literatura española, y no sólo un gran poeta, "Espadas como labios" y "Pasión de la Tierra". Lo mismo puede decirse de Juan Ramón Jiménez, un gran amargado pero un gran poeta. Y digo bien gran poeta porque asocio "Espacio" con la pasión de la tierra aleixandrina: a la inmensa minoría.
He olvidado hablar de San Juan de la Cruz, que tiene una rima tan musical como Scarlatti: "Que nadie lo miraba, / Aminadab tampoco parescía, / y el cerco sosegaba, / y la caballería / a vista de las aguas descendía".
Ahora bien, si hablando de Valente hay motivos para hablar de política, nada de Quevedo y nada de Valente.
Escucho con mis ojos a los muertos.
Leopoldo María Panero (Inédito)

ROSA CÚBICA o evidencia
Dedicado a José Ángel Valente

Navidad en que la rosa se enciende,y nadie es la rosa, como un pájaro.Y nadie es la roca,que semeja a un hombre,y no lo es, como el desiertocantando contra el hombre, y aullandocontra la vida.
Leopoldo María Panero (Inédito)

TÁNGER
Dicen que soy el moro, el anticristo. En cualquier caso conozco bien Tánger, donde estuve dos años pisando el estiércol: allí me dieron por culo todos -o casi todos- los moritos de Tánger, y me llamaban su princesa.
Fumaba y vendía haschisch, que comprábamos a un dirham en Tánger y revendíamos a cinco en Essauira, antiguo Mogador. Había por cierto un árabe medio negro que me vendía kol para los ojos como si fuera opio, y harina por cocaína. Yo estaba enamorado de un tal José Sáinz, alias La Lirio, que me daba por culo de la manera más bestial, y me excitaba sólo verle, porque siempre fui sadomasoquista, y tardé años en leerme las 120 jornadas de Sodoma y Gomorra, de Sade, porque a cada página tenía que hacerme una paja. Lo único que no recorrí fue las pasiones asesinas, pero ahora ellas también me excitan: no me extraña que me crea el ser supremo en maldad, como decía Sade. Eso hasta llegar a encontrarme con los guerrilleros de Cristo Rey, que me volvieron loco, porque no había para ellos lugar en mi biblioteca, como no fuera La astrología y los reyes magos.
En cualquier caso, ahora he vuelto a leer, y como dije en un poema mío "es como una sinfonía la música del acabamiento". En todo caso me acuerdo, antes de devenir cristiano, de lo enorme de una polla de un chulito de Tánger, que me la metía incansablemente, como si fuera una muñeca de goma hinchable.
Y es que llegó un momento en que yo no estaba aquí: sólo Cristo y el Anticristo, que ni siquiera eran el mal y el bien, sino dos tipos de éxtasis muy confusos. Si ni siquiera se puede ser eso, entonces quién soy yo: pero si existe como condena la psiquiatría, entonces ni siquiera se puede preguntar uno quién es, porque aquí toda anomalía está castigada: sólo queda el cuerpo, como en la autopsia, como si la vida entera fuera una lección de anatomía, con muertos adelante y atrás, como en una larga cola para ir al water, y allí acariciar la tumba: oh perfume, oh dramática historia de un asesino, de un asesino sin nombre.
En todo caso, he acabado peor que Giacomo Casanova, porque hay aquí unos seres que me escupen, me vigilan y me castigan de la forma más humillante, porque ya soy mayorcito.
"Una vigilancia constante y humillante", como dice Roy Porter en la historia social de la locura. Y no hay lugar donde esconderse, como no sea la locura, que es todavía peor. Entra humo en mis ojos, y sale por la boca y por la nariz, me acuesto en un banco de piedra, y los locos se pasean a mi alrededor emitiendo gruñidos y gritando: la vida es un cuento, dicho por un idiota, lleno de ruido y de furia.
Leopoldo María Panero (Inédito)